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Jaca canta el Himno del Primer Viernes de Mayo

El Conde Aznar Galíndez protagoniza un acontecimiento histórico, que reúne cada año una multitudinaria presencia de visitantes, prestos a presenciar retazos de esta recreación: la victoria en la batalla librada por las huestes cristianas  contra los musulmanes que asediaban la ciudad gracias a las mujeres de Jaca, que acudieron disfrazadas en ayuda de las tropas que la defendían.

Dicha victoria se conmemora cada primer viernes de mayo en la ciudad oscense de Jaca con una fiesta cargada de emoción que invade de color las calles de la localidad y la devuelve al medievo. En la mañana de ese día el Conde Aznar Galíndez y su ejercito victorioso a caballo, hacen su entrada triunfal tras defender valientemente la ciudad del ataque musulmán.

Cerca de 2.000 jaqueses se visten con trajes de la época para participar en un desfile multitudinario. Los vistosos sombreros de flores de los labradores no deja indiferente, tampoco oír entonar a todo un pueblo el himno del Primer Viernes de Mayo.

Esta gesta del siglo X, cuya conmemoración se pierde en el tiempo, tiene en la Ermita del Llano de la Victoria su más patente testimonio de la heroicidad de un pueblo en el que la participación de las mujeres jaquesas fue fundamental para el triunfo final.

Historia de la batalla del Primer Viernes de Mayo

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Gran boato con las tropas triunfantes entrando en Jaca

Una de las más brillantes páginas de los anales de Jaca, es sin duda alguna la que nos recuerda la memorable batalla que tanta solemnidad conmemora esta ciudad el primer viernes de Mayo.

Acerca de la época en la que acaeció tan glorioso hecho de armas, no están completamente acordes los cronistas; pero la mayor parte se inclinan á creer que tuvo lugar un año después de la conquista de Jaca por el conde D. Aznar, que la tradición y memorias antiguas aun existentes fijan en el de 760.

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Conquistada Jaca, los cristianos se hicieron dueños absolutos de las montañas que la rodean, lanzando de ellas á los moros; más no pudieron éstos resignarse á renunciar á un punto tan importante, que antes había servido de base de sus operaciones, resolvieron su reconquista, y juntando numerosas y aguerridas fuerzas que algunos hacen ascender á mas de noventa mil hombres, comandadas por cuatro Valíes confederados y procedentes de Navarra, penetraron en Aragón por la ribera del río de este nombre, llamada Canal de Berdún, y se encaminaron á esta ciudad con la confianza más completa de poder arrancarla del dominio del conde D. Aznar.

Apercibiéndose este esforzado caudillo de la gran cruzada que á tal objeto se había formado; supo también las formidables masas de guerreros árabes que contra él venían; y aunque comparativamente su ejército era muy reducido é insignificante, no renunció á defender una conquista que tanto le había ennoblecido en tanta estima tenía: sabía que sus montañeses eran valientes y resueltos y confiando en su decisión y arrojo, no dudó ningún momento en luchar resueltamente contra el enemigo tan arrogante y numeroso.

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Ya las avanzadas de los musulmanes llegaban á las inmediaciones de Jaca, y levantaban sus tiendas al pie de las vertientes de la colina en cuya cima y llanura se halla situada la ciudad; (por este motivo aquel sitio es llamado el campo de las tiendas) sin arredrarse D. Aznar por la numerosa hueste enemiga que le amenazaba, y sin confiar la defensa al abrigo de las murallas, salió fuera de la población á buscar á los enemigos en su propio campo, marchando á la cabeza de sus bravos montañeses, que impulsados por su valor y civismo, no repararon en el número de sus contrarios, y sólo deseaban medir con ellos sus armas, luchando por la santa causa que defendían y prefiriendo antes morir en el combate, que entregar su ciudad conquistada á los que tan ufanos venían a dominarla.

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D. Aznar con su gente encontró al ejército musulmán á media legua de la ciudad, en la confluencia de los ríos Aragón y Gas, donde luego se trabó el más empeñado y reñido combate: los moros no podían presentar extensa su línea de batalla, porque la estrechez y angosto del valle que forma el río, no les permitía poner á la vez en combate mucha gente; de manera que ocupando los cristianos montañeses el frente, las vertientes y los desfiladeros del mismo valle, supieron sostener bien, é impedir que estas cercaran la ciudad como tenían proyectado.

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Acometió el conde con los suyos á los infieles con tanta decisión y arrojo, que penetrando en medio de los escuadrones musulmanes, introdujo en ellos la sorpresa, la confusión y el desorden. La lucha era tenaz y sangrienta: el día avanzaba; la sangre de los combatientes enrojecía las aguas de aquellos ríos y por cada momento se empañaba más y más tan reñido combate; la inquietud y la zozobra afligía a los que habían quedado en Jaca, temerosos por el resultado de tan comprometida jornada; eran los ancianos, los niños y las mujeres éstas consideraban el grande riesgo que corría la vida de sus padres, de sus esposos y de sus hijos; deseosas de prestarles auxilio, y compartir con los mismos las fatigas y los laureles, y resueltas también á morir luchando, en medio de la ansiedad y sobresalto ñeque se hallaban, acordaron instantáneamente armarse de la mejor manera que las fuera posible, y salir al campo de batalla á combatir al lado de los objetos de su cariño.

Encontrábase la lucha en lo más empeñado, cuando en la cima de la cuesta que desde la ciudad desciende al río en el punto mencionado, se presentó aquel escuadrón de amazonas, resueltas y decididas á tomar parte en la encarnizada pelea: su vista animó a los montañeses sus deudos, suponiendo que era un socorro que venía á su auxilio, sin que pudieran pensar que fueran sus propias madres, mujeres hermanas é hijas, ni que con ánimo tan varonil llegaran al sitio en donde cercadas de los mayores peligros, á la vista de horrorosas y sangrientas escenas y ante un enemigo tan poderoso y formidable, sólo una muerte segura podía esperar.

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Los moros también apercibieron luego con la mayor sorpresa de este inesperado auxilio, y creyéndolo un poderoso refuerzo que procedente de Francia venía en socorro de los cristianos, se alarmaron y se pronunciaron en precipitada retirada; entonces fueron acometidos por los montañeses con mayor brío y arrogancia, pues se animaban más y más á la vista de aquellas heroínas: puestos los enemigos en vergonzosa fuga, unos para salvar sus vidas se arrojaron al río, cuya corriente arrastraba un número considerable de cadáveres; otros perecieron víctimas de los filos de las armas cristianas y los más huyeron despavoridos y desanimados, abandonando el campo de batalla del que quedaron dueños absolutos los soldados del conde D. Aznar, tremolando victorioso el estandarte de Sobrarbe en que ostentaba la cruz roja, el signo de nuestra redención humana, ante el cual prosternados aquellos valientes vencedores y aquellas nobles y resueltas amazonas, en gritos de júbilo y de contento, vitoreaban sin cesar á su esforzado caudillo, y bendecían á su Dios por haberles concedido su poderoso apoyo para alcanzar tan importante victoria, que dejó bien asegurada la posesión de su ciudad querida.

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Foto: Ayto. de Jaca

En memoria de este glorioso suceso fue erigida en el siglo X la iglesia que, para el culto y veneración de la Virgen Santísima bajo la invocación de Nuestra Señora de la Victoria, existe en la cima de aquella cuesta, en donde apareció el escuadrón de las valientes jaquesas, que se lanzaron al combate, y cuya sola presencia tanto influyó para la fuga y derrota de los infieles. En los lienzos de las paredes de aquel templo se hallaba trazado, en pinturas muy antiguas, que la ignorancia ha borrado posteriormente, aquel memorable suceso, que también está escrito en una tabla, renovada ya varias veces, y que se halla á la derecha del altar.

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Para conmemorar tan importante triunfo, la ciudad de Jaca, representada por su excelentísimo Cabildo Catedral y por su ilustrísima municipalidad, se dirige procesionalmente á la mencionada iglesia; precede á esta comitiva un escuadrón de hombres armados, y uno de los regidores, vistiendo rico traje de color carmesí, en representación del Prior de veinticuatro, que era el cargo más preeminente de la ciudad, lleva un estandarte de seda con un escudo de armas de Jaca, rodeado de la inscripción que en letras de oro dice así: Christus vincit, Christus imperat, Christus regnat, Christus ab ovni malo nos defendat.

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La pólvora presente en el Primer Viernes de Mayo

Terminada la función religiosa, regresa la comitiva á la ciudad, trayendo colocadas en astas las cabezas de los cuatro Regulos, que según la tradición perecieron en la batalla, dirigiéndose á la puerta de la Casa Consistorial, donde termina la fiesta en medio del regocijo y algazara producida por los disparos de las armas, los acordes de la música, los repiques de las campanas y aclamaciones del pueblo.

Publicado en hpvmjaca.es
Texto reproducido íntegramente del periódico 'La Montaña' de Jaca del 1-Mayo-1897 en su número 51

Códice de Alfonso X El Sabio (1221-1284)

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Conde Aznar Galindez

La primera referencia escrita que tenemos que hace referencia a la batalla del Primer Viernes de Mayo, es un manuscrito que fue escrito por Alfonso X el Sabio y encontrado por don Juan Marton, obispo auxiliar del arzobispo infante de Zaragoza, don Alonso de Aragón, que deseoso de ilustrar las hazañas de los montañeses en los tiempos árabes, buscó en los archivos del alcázar de Segovia (Simancas) y encontró referencias a la batalla de Jaca “Casi al final del libro IV de la General Estoria de Alfonso X el Sabio”. Le ayudó en la búsqueda el archivero don Antonio Vázquez.

La descripción de aquel remoto combate, cuya fuente alfonsina es indudable, dice literalmente:

IN DEI NOMINE.  AMEN.

Sea á todos manifiesto como en el año del Señor de 760 después de la perdición de España que sucedió en el tiempo del Rey D. Rodrigo por haber venido á ella granadísimas huestes de Moros Infieles, y guiados de África por la traición de Conde D. Julián, en breve tiempo los Moros hallando los Españoles desapercibidos ocuparon casi toda España: á fuerza de armas la sometieron á la fuerza Mahometana, excepto ciertos pueblos de las Asturias i otras partes vecinas de los Pirineos, á donde se haian recogido muchos Christianos entre los cuales había algunos Obispos, Abades, Prelados, Religiosos, Eclesiásticos i algunos Nobles i Cavalleros de Aragón, i señaladamente de la Ciudad de Zaragoza, i otras Ciudades que los Moros habían ocupado,, escogiendo por cabeza la Ciudad de Jaca, fortaleciéndose en ella, i en el Monte de Uruel, i en el de S. Juan de la peña, antiguamente llamado Pañon, i en otros Montes que rodean la llanura de esta Ciudad.

Vivieron muchos tiempos y la aspereza natural de los mismos Montes i aseguraban assi para salvar las vidas, como también para conservar la religión Christiana. Y como desde aquellas partes los Christianos se defendían de la fuerza i multitud de los Moros en partes asperas i fragosas, en espetuncas, cuevas, i otros lugares, i montes que estan acia aquellas partes, recobrando animo i esfuerzo con el favor de Dios tomaban armas, i ofendian á los Moros peleando valerosamente contra ellos. A cuya causa los Moros irritados intentaron ganar la Ciudad de Jacca.

Vinieron dos mui grandes egercitos de parte de Navarra por la canal de Jaca arriba, i pusieron su sitio entre los Rios de Aragon, i el Gas. Lo qual sabido por el Conde D. Aznar, con los Christianos que tenia, sin algun temor passó el Rio de Aragon, tomando la delantera con mucha priesa para ayudar á los Christianos de Jacca, que ya se ponian en defensa, i entre ellos havia algunos Obispos, Abades, Prelados, Nobles, i Cavalleros, i assi ajuntados el dicho Conde, i los suyos con los de Jacca salieron todos al encuentro á los Moros, i comenzaron con ellos la batalla, i estando peleando los Christianos contra los Moros, como los Moros fuesen muchos mas en numero, pues havia como doscientos de ellos para un Christiano, determinaron las Mugeres de Jacca con animos christianos, i varoniles salir á socorrer á sus Maridos, Padres, Hijos, i Parientes que estaban ya peleando con los Moros: los cuales salieron con las armas que pudieron en forma de guerra por la cantera de Aragon i fueron á mezclarse por aquella parte, mostrandose en ladera á modo de un gran Egercito, i estando los Moros peleando con los Christianos, le pareció que baxaba mui gran socorro á los Christianos, i como blanqueaban, i se divisaban las Tocas, Corpiños, i algunas blancas que las Mugeres usaban entonces, á causa de dar el sol en ellas como iban en orden de guerra les parecio á los Moros, que eran gente de armas, i creyendo venia algun gran Egercito de Francia en socorro de los Christianos, comenzaron los Moros á desmayar en la batalla, i queriendo retirarse, i ponerse en huida precipitadamente por los dichos Rios de Aragon y el Gas que vienen á juntarse en aquella, crecieron de tal manera, estando el Cielo sereno, que se anegaron mas de la mitad del Egercito Mahometano, peleando los Christianos con mucho mas animo, valor i esfuerzo con la ayuda de Dios, i de su Santissima i bendita Madre. Los Moros que quedaron fueron por los Christianos muertos i vencidos, i de tanta multitud de Moros que murieron el Rio Gas fué vuelto en sangre. Al retirarse los Christianos hallaron entre los muertos en el campo llano donde fue la batalla las cabezas de los cuatro Reyes Moros que intentaron ocupar la Ciudad de Jacca; y de alli en adelante las pintaron por ARMAS á las cuatro partes de la CRUZ Jaquesa y colorada. Assi fue librada esta Ciudad del furor, i gran poder de los Moros. Lo qual fue en tiempo del Rey D. Garcia Iñiguez cerca de los años del Señor de setecientos sesenta.

En memoria de dicho milagro, i batalla tan señalada, los Christianos edificaron una notable Iglesia á un quarto de legua de la ciudad de Jacca, donde se vieron la Mugeres, i la victoria se comenzó á conseguir á invocación de la Madre de Dios, i Señora Nuestra llamada Santa Maria de la Victoria, i hoy en dia donde fue la batlla lo llaman las tiendas por razon de las tiendas de los Egercitos de los Moros que ay pararon. De ay adelante desde dicha Ciudad de Jacca los Christianos ayudados por la bondad, i misericordia infinita de Dios nuestro Señor fueron contra los Moros recobrando el Reyno, i tierras por ellos ocupadas, i ganadas.

En memoria de esta Victoria tan grande, i milagrosa, desde que se consiguió hasta el presente todos los años, siempre y continuamente el primer Viernes de Mayo, por haberse ganado en tal dia, se guarda fiesta con Voto en la Ciudad de Jacca, y van en procesión desde la Iglesia de la Cathedral con gran solemnidad, i á pies descalzos á dicha Hermita; i los seglares, hasta los muchachos suelen ir armados con diversas armas de fuego en Esquadron dando gracias á nuestro Señor Jesi Christo, i á su Santissima Madre por havernos librado de la opresion i poder de los Infieles enemigos de nuestra Santa Fee. Y á los que van en dicha procesion con armas los Jurados de dicha Ciudad de Jacca conforme á la costumbre antigua les dan algunos dineros menudos Jaqueses, en los quales está la Cruz Jaquesa. Y el Prior de veinte i quatro de la Ciudad de Jacca lleva en la procesion un Estandarte de tafetan carmesí son unas letras doradas, que dicen: =CHRISTUS VINCIT, CHRISTUS REGNAT, CHRISTUS IMPERAT, CHRISTUS NOS AB OMNI MALO DEFENDAT, i puesta una vestidura de raso carmesi con las armas de la Ciudad, va hasta la Iglesia de nuestra Señora de la Victoria. Es tenida en mucha devocion, i á ella acuden los fieles de la Ciudad, como de otras partes, especialmente en dicho dia en que se celebra una Missa mui solemne, á encomendarse con devocion en sus necesidades á Dios, i á su Santissima Madre á honra i gloria de su unigenito Jesu Christo nuestro Señor, el qual con el Padre, i Espiritu Santo vive, i reina un Dios por todos los siglos de los siglos”.

Amen.

Cupón de la ONCE

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Fotografías

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Foto: Laura Zamboraín

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