Fiestas, Ferias, Romerías... de Aller

Los actos principales de las fiestas se centran en la misa en honor al 'santu', que se celebra de forma cantada al estilo tradicional acompañada por gaita y tambor; la subasta del 'remu', peana con un armazón de madera donde se colocan bollos de pan de escanda y otro tipo de productos de la tierra, que son subastados al grito de '¿Hay quién dé más?', y el desfile conformado por bandas de gaitas, grupos de baile, parejas de gaiteros, carros del país con la 'xana' y les 'xanines', 'xandes' -grupos de personas que a modo de peñas desfilan cantando y bailando- y 'xigantones'.

La gastronomía se cuida especialmente el día de la fiesta. Hay una comida de hermandad, en la que el plato típico es la fabada, les casadielles y el panchón, postre tradicional allerano por excelencia elaborado a base de pan de escanda, manteca y azúcar.

Hay verbena con una 'bandina' típica de Asturias, compuesta por varios músicos tradicionales, a semejanza de principios del siglo XX, en la que el público en general puede bailar tanto a lo suelto como a lo 'agarrao'. Finaliza la fiesta con fuegos artificiales y la formación de una danza, la forma más representativa de expresión colectiva, destacando la grandísima participación del público. En ella las coplas se suceden mientras los danzantes giran al compás haciendo los coros.

La  Asociación de los 'Humanitarios de San Martín' se creó en 1905 en Moreda (concejo de Aller) con el objetivo de evitar los desencuentros entre los ganaderos locales y los del vecino concejo de Lena por el uso de las zonas limítrofes. Complementariamente, prestaba ayuda a todos sus miembros en caso de necesidad.

La historia impregna el concejo de Aller. Un paisaje de castilletes, escombreras y valles cerrados. La hulla fue, en su momento, el motor de su economía. La lucha minera también floreció en este escenario. Y Moreda es el pulmón del municipio. Es su centro neurálgico. Sus ciudadanos son gente humilde. Personas forjadas en una sociedad obrera. Crecieron en un ambiente de ‘chigres’, economatos, barriadas y cocinas de carbón. La imagen que decidió proyectar la caprichosa hulla.

Pero Moreda no es sólo el carbón. Su historia no se detiene en la mina. Hay un corazón que late muy fuerte en su interior. Son los Humanitarios de San Martín, una asociación que aglutina a más de 1.200 socios, casi la mitad de la población de Moreda. Ellos son la sangre que bombea con fuerza en Aller y que arroja una luz en el desalentador futuro que se presenta para las cuencas mineras.

Desde su creación esta Asociación ha desempeñado una función determinante en este concejo. En primer lugar, los Humanitarios de San Martín son el principal impulsor de la cultura allerana. Mantienen viva su herencia histórica. No le han dado la espalda al pasado.

La Asociación tomó su nombre del patrón de la parroquia –San Martín– y acordaron reunirse cada 11 de noviembre para celebrar su fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional en 1984. Su programa se ha mantenido inalterado: misa cantada, ‘puya’l ramu’, gaita y tambor, ‘la xanda’ y, como no, una comida de hermandad para los miembros de la sociedad.

Además de ésta, los Humanitarios de San Martín organizan otras actividades culturales, como el encuentro ‘Tocando Pelos Pueblos’, que reúne a conjuntos musicales de toda España y otros países, como Portugal o Francia, así como la creación de una Escuela de Música Tradicional, de la que surgió la banda de gaitas La viga travesá, que ha participado en numerosos festivales, como el Intercéltico de Lorient, en el que representó a España.

En el otro lado está su labor social. Por encima de todo son ‘humanitarios’, personas solidarias. Ofrecen su ayuda a los que lo necesitan sin recibir nada a cambio. Intentan reconducir vidas que se tuercen. La mano que tienden a los desfavorecidos se traduce en ayudas económicas, material escolar, alimentos, asesoramiento y trámites para la regularización de documentos. En esa línea, Esperanza del Fueyo, presidenta de la asociación, explica que 'ayudamos a quien nos los pide: transeúntes que no están empadronados o familias sin recursos. Pagamos los recibos básicos de las personas que lo necesitan'.

Lo de menos son los nombres. Ellos siempre prestan su ayuda. En cualquier situación. De hecho, en la década de los sesenta abrieron la carretera de Felechosa que llega al puerto de San Isidro para los esquiadores.

En la memoria se almacenan imágenes muy emotivas. «Ayudamos a una mujer sudamericana para que pudiera regresar a su país y ver a su familia. Se encontró con la sorpresa de que tenía una nieta», recuerda Esperanza del Fueyo.

Otros casos, desgraciadamente, no han resultado tan gratificantes. La firme y agradable voz de la presidenta de los Humanitarios de San Martín se vuelve temblorosa. Hay instantáneas muy tristes en la memoria de esta asociación: «Había una madre a la que maltrataban sus hijos drogadictos y acabó por morirse. No quería ayuda económica, sólo que la escucháramos». Hay casos en los que la voluntad y la ayuda constante que prestan estos alleranos no es suficiente.

Su zona de acción les ha llevado hasta Mieres, una localidad mucho mayor que Moreda. Sin embargo, no importa el lugar, ni la distancia, ni las diferencias. Ellos ofrecen su ayuda a quien la pide. Eso sí, adquieren un compromiso con la otra persona. En los tres meses siguientes al inicio de la ayuda el beneficiario tiene que encontrar trabajo. Quieren ahuyentar a los más ‘pícaros’ y tender su mano a la gente que lo necesita de verdad. Los gastos se sufragan a través de la cuota anual de los socios. Gracias a la ayuda, también, de otras gentes que colaboran desinteresadamente.

Los Humanitarios de San Martín y Moreda tienen mucha historia. La Guerra Civil es uno de sus capítulos más desconocidos. Durante muchos años se creyó que la asociación había cesado en su actividad. No fue así. Hay muchos testimonios que constatan que continuaron con su actividad, aunque de una forma menos visible. 

No en vano, Asturias fue uno de los focos de mayor actividad durante la guerra. La fuerza y la organización minera llevó al frente nacional a poner su mirada en el Principado. También, las fuerzas republicanas planeaban un trasvase de efectivos asturianos.

Para bien o para mal, el Principado estaba en el punto de mira de todos. Corrían malos tiempos. Las cuencas eran una zona peligrosa. Por eso, los Humanitarios prefirieron desempeñar sus labores en silencio. Oficialmente, volvieron a retomar su actividad en la década de los 60. Los hijos y nietos de los pioneros recogieron el testigo.

Su historia está narrada en su sede, una enorme y antigua casa que perteneció a los ingenieros que mandaban, hace décadas, en la mina de Moreda. Allí está su biografía, su patrimonio. Varios carteles que cuelgan de la pared muestran la evolución de la fiesta de San Martín. En varios de ellos se repite la imagen de un hombre, Tino ‘Cartagena’, un nombre que, a priori, no dice nada a la gente que no pertenece al entorno de Moreda. Pero allí todos saben que ‘Cartagena’ era tío de Graciano García, director de la Fundación Príncipe de Asturias.

No faltan imágenes de la popular ‘xanda’ –grupo de personas que desfilan cogidos de la mano el día de la fiesta de San Martín–, o las bellas ‘xanas’ que han salido elegidas cada año. Todo está presente en este álbum del recuerdo.

Ahora, un siglo después de su creación, los premios Príncipe de Asturias han reconocido la labor de los Humanitarios de San Martín. Una forma de entender la vida. Una luz que trata de avivar la llama de la cultura más autóctona de Asturias. Un galardón y una historia que pretenden alumbrar el camino de otras comarcas de idéntica fisonomía, que perdieron el rumbo cuando el carbón dejó de ser oro negro y se transformó en un simple mineral.

Por Javier Barrio, publicado en elcomercio.es